No.
No fue una charla larga ni trascendental. Nada épico. Aquella mañana Guillem Figueras, que había crecido en una casa a menos de cien metros de la playa, entró en la cocina casi decidido a aceptar un contrato indefinido como comercial. El desayuno preparado y su padre al otro lado de la mesa. Tras explicar sus argumentos, Guillem recibió nueve palabras encadenadas que fueron más que suficientes: “Para hacer eso tienes el resto de tu vida”, le dijo su padre. Y lo cambió todo. Guillem rechazó el trabajo, entró como voluntario en el Centro de Rehabilitación de Animales Marinos (CRAM) y ha acabado liderando uno de los proyectos más importantes del centro: la clínica y rescate para tortugas marinas. Hoy siente que ha recuperado su conexión con el mar y, con cada liberación, la decisión que tomó hace seis años cobra más sentido que nunca.